Está haciendo carrera ver a los indígenas en el país destruir las esculturas de los fundadores españoles de las ciudades colombianas con el argumento de reivindicar la memoria de sus antepasados que fueron masacrados, violados, despojados, robados, y toda una serie de acciones criminales contra la población de la época en el país.
Seguramente ellos podrán tener razón y exigen que en ninguna ciudad del país se levante una imagen más de estas para hacerle honor y apología a lo que ellos consideran fueron unos personajes criminales y no representan nada bueno para los aborígenes.
Todo ello puede ser verdad, pero evidencia una amargura nada conveniente en el ser humano. Uno de los grandes beneficios de tener un encuentro personal con Dios Padre, recibiendo en nuestro corazón al Señor Jesucristo es justamente esa, hacer de nosotros nuevas criaturas como lo dice claramente el versículo de 2 Corintios 5:17 “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Asimismo piden que en la catedra de historia se diga la verdad de lo que todos estos colonizadores eran al momento de llegar por estas tierras de manera que las cosas se digan tal como pasaron y no quede una imagen favorable y equivocada en las nuevas generaciones como ha venido ocurriendo a través de los años hasta el momento.
Expertos en medicina y en la ciencia poseen estudios en los que se demuestra que el odio, la amargura, la sed de venganza y el resentimiento movilizan agentes causantes de buena parte de las enfermedades que experimentan las personas. Hebreos 12:15 expresa “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.”
Hacer un borrón y cuenta nueva y perdonar lo que otros nos han hecho es clave y fundamental para poder gozar de paz, alegría y buena salud mental tal como lo expresan las Sagradas Escrituras en el versículo de Efesios 4:32 “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
Además de ser más un acto de vandalismo, de destrucción del mobiliario de una ciudad y de la identidad cultural y del turismo de los pueblos, constituye un acto de agresión a nuestra ya establecida idiosincrasia. Seguramente a ellos no les gustaría que nosotros fuéramos a sus territorios con bates a destruir todos los ídolos, imágenes, ritos, instrumentos, hábitos en los que ellos creen, y que por otros es considerado como abominación a Dios o equivocado.
Claramente eso estaría mal hecho, y más si nos apoyamos en lo que dice la Biblia en torno a que no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti, o con la vara que mides serás medido, como lo expresa Mateo 7:2 “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”.
Debemos tener claro que mis derechos llegan hasta donde empiezan los derechos de los demás y en ese orden de ideas, a ellos la constitución les reconoce una identidad, una autonomía, que nosotros respaldamos.
Es cierto que estos pueblos indígenas deberían de tener mayor apoyo del gobierno en sus peticiones y necesidades, pero es que ellos no han sido muy estratégicos a la hora de negociar. Además de que estas acciones de violencia no sirven para aliviar su pasado, hacen una lista muy larga de demandas, más de 100 puntos, donde muchos items no tienen nada que ver con ellos directamente y se desgastan negociando en vez de concentrarse en lo que realmente les dignificaría y les mejoraría la calidad de vida.